Y, sin embargo, el miedo es lo que nos hace sentir más vivos. Lo conocido alimenta el bienestar, lo desconocido alimenta la duda. ¿Será esta la última puesta de sol? ¿Volverás a comer helado otra vez? La incertidumbre nos mantiene en el borde, despiertos, en suspense, al filo de la posibilidad.
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